RELATOS BREVES – EL FESTEJO

poemas y narraciones breves.MiBlog

wp-el festejoVenía rodando por la calle. Ramon, a su lado. Disparatando veredas y balcones y auténticos paisajes Sanmiguelianos. No era una tortuga, ni una hormiga, ni un orangután. Era una simple persona feliz y embargada por la plenitud de la meta lograda.- ¿Quien soy yo ?- ¡56 años! ¿Y que tengo? – Exactamente lo que quería tener. ¿Quién tiene lo que yo tengo? ¿he? – ¿Quien tiene ? –
Esclamaba con voz alta. Siempre tuvo la particularidad de los sonidos estridentes. Su voz contenía, naturalmente, un tono normal pero elevado, al punto de ponerle, a cualquiera, los pelos de punta. Y su risa partía los tímpanos, con su rugir estrepitoso y desapasible.
Ramón a su lado. No había podido deshacerse de él, aunque se lo propuso desde el principio. Pero no, la acompaño temprano al trabajo y la esperó a que saliera a las dos de la tarde.
Ramòn era así…

Ver la entrada original 932 palabras más

RELATOS BREVES – ELECTRICIDAD

wp-electricidadFrancisco Bonardo se despertó temprano , esa mañana de sábado, en pleno verano.  Como no le gustaba remolonear en la cama se levantó, se calzó los frescos bermudas azules que le llegaban hasta el borde de las rodillas, se afeitó, como hacía todos los días. Refrescó su cara con Old Spice, dándose suaves golpecitos en las mejillas y en la papada. y luego se aplicó una crema humectante.
El próximo paso era tomarse unos mates, mate amargo al que le agregaba una pizca de café lo que lo hacía mas sabroso. Mientras se calentaba el agua de la pava, miró por la ventana.Desde La ventana de la cocina, que se extendía a lo largo de la mesada de mármol, se podía apreciar casi todo el jardín. El chalet estaba emplazado sobre la medianera sudoeste y las ventanas y ventanales que la iluminaban profusamente, miraban al noreste. Contempló los azules,, rojos y fuccias de las petunias que adornaban los canteros. El jazmín chino desbordaba de flores blancas cuyo perfume se entremezclaba con el de los rosales y penetraba por las ventanas abiertas llenando de un particular y agradable aroma toda la casa.. Se dijo que esa tarde, al regresar del negocio, se dedicaría a cortar el césped. -Ya estaba desprolijo.
Francisco tenía un comercio de venta de artículos de electricidad. El local estaba ubicado a una pocas cuadras de su casa, en la zona comercial, frente a la estación del ferrocarril y en los últimos años le había ido bien. Gracias a su esfuerzo y dedicación pudo comprar la propiedad, que antes alquilaba, cambiar el auto y remodelar la casa.
A las siete y cuarenta y cinco ya estaba operando el moderno sistema automático que levantaba la persiana metálica, tornándola reforzada e inviolable, y acomodando la mercadería que había recibido la tarde anterior : enchufes, zapatas, lamparas, cables ……………………….. .
Francisco era un hombre amable y agradable al trato , y. conocía bien el rubro.;.lo conocía. de pe a pá. Recibía quincenalmente , la revista «avance eléctrico» por suscripción, mediante la cual se enteraba de todos los adelantos técnicos y científicos. Además estaban los proveedores. Siendo tan buen comprador, maniático del contado contra factura y enemigo acerrimo de las deudas, lo ponían en onda con todo. Francisco sabía que, cuando y donde comprar. Por eso tenía la virtud de asesorar a sus clientes con solicitud y conocimiento, virtud que todos reconocían y respetaban. .

Otra de sus virtudes era el horario. A las ocho menos cinco de la mañana «Electricidad bonardo » ,exhibía, indefectiblemente, el cartelito de «abierto». Pero a las doce y treinta del mediodía, indefectiblemente, lo volcaba a «cerrado».

Entonces, era normal que a las 13 horas, Francisco y su mujer, Aurora; a pesar del verano, a pesar del calor, disfrutaran del almuerzo, compuesto por ensaladas variadas y frescas y frutas de estación e incluso gelatina de postre. (la gelatina alimenta y ayuda a digerir – planteaba Aurora). Era normal que,
después de almorzar, descanzara un par de horas. Hacía demaciado calor y debía esperar que baje un poco el sol para trajinar en el jardín con la máquina de cortar pasto..
A las seis de la tarde sacó la Huber eléctrica del galponcito; conectó el cable prolongador por un extremo y por el otro extremo al enchufe del comedor, como hacía siempre,. porque de ese modo se extendía hacia atrás, y el no tenía que andar preocupandose ni haciendo malabarismos. Pero no funciono. Era el maldito toma de embutir. ¡ Otra vez se había olvidado del maldito toma de embutir!
Se reprochó el descuido, se enojó consigo mismo, lanzó una parva de imprecaciones, todas dedicadas a su estúpida cabeza que siempre estaba en otro lado y se dirigió, con el extremo del prolongador en la mano, hacia la cocina. Lo incrutó con bronca en el toma de la heladera, después de desenchufarla, y midiendo las distancias se puso a maniobrar el aparato desde afuera hacia adentro. Como hacía siempre. Desde la entrada hacia el fondo.
Enrredaba el cable en su brazo para dirigirlo mientras iba y venía emprolijando canteros y hoyas.
Amelia, su mujer, ajena por completo al pequeño inconveniente, cebaba mate y regaba a medida que el avanzaba. Era como un ritual. Bastaba que el se pudiera a cortar el pasto para que a Amelia se le diera por regar. Pero a Francisco le encantaba lo del mate. Que Amelia se quedase unos instantes con la vasija en la mano, esperando que el se detenga.
Nunca se lo hubiese imaginado !! El, tan conocedor… tan experimentado… Estaba descalzo, disfrutando de la frescura del pasto mojado sobre sus pies .
Pero sucedió. Tomó el mate y sin parar la máquina,  soltó el cable, que se metió de lleno bajo las aspas filosas.  Se corto y saltó hacia él en el preciso momento que Amelia desenredó la manguera y el chorro de agua cayó, como un rayo del cielo, sobre Francisco y el reforzado conductor de electricidad, produciendo un chispazo que le desplazó la conciencia y lo convirtió en fuego.

RELATOS BREVES – EL FESTEJO

wp-el festejoVenía rodando por la calle. Ramon, a su lado. Disparatando veredas y balcones y auténticos paisajes Sanmiguelianos. No era una tortuga, ni una hormiga, ni un orangután. Era una simple persona feliz y embargada por la plenitud de la meta lograda.- ¿Quien soy yo ?- ¡56 años! ¿Y que tengo? – Exactamente lo que quería tener. ¿Quién tiene lo que yo tengo? ¿he? – ¿Quien tiene ? –
Esclamaba con voz alta. Siempre tuvo la particularidad de los sonidos estridentes. Su voz contenía, naturalmente, un tono normal pero elevado, al punto de ponerle, a cualquiera, los pelos de punta. Y su risa partía los tímpanos, con su rugir estrepitoso y desapasible.
Ramón a su lado. No había podido deshacerse de él, aunque se lo propuso desde el principio. Pero no, la acompaño temprano al trabajo y la esperó a que saliera a las dos de la tarde.
Ramòn era así. Y ahora, que ella estaba felíz, que iba a recibir tanto dinero y a acomodar su vida (si Dios y las circuntancias se lo permitían), no la dejaba ni asol ni a sombra.
A Cora no le molestaba que estuviera a su lado. Infinidad de veces la había librado de su ostracismo y su soledad. Le había enjugado las lágrimas con ternura y aflicción. Le había traído un té, después de arroparla en la cama, en las multiples noches de pasarse de la raya con el alcohol y la droga y caer rendida, en estado semi-inconsciente. A pesar de verduguearlo a morir. Siempre. De insultarlo, porque cuando se perdía en ese estado de embriaguéz, era «Mas te quiero, mas te apaleo» . Y esa tarde habían delirado juntos, por su alegría, queriendo comunicar su «albricias»·… «soy felíz»,… aunque los dos supieran que eran mentiras. Que ni te quiero, ni soy felíz, ni albricias.
Pero Cora no soportaba estar sola. No quería más que todos supieran que estaba sola y que no le gustaba estar sola. Que todos supieran que sufría la soledad como un martirio, pero que a nadie le importara. Mejor que se envenenaran pensando que ella estaba bien. Que Ramón la acompañaba. y la aceptaba tal cual era y no que la quería cambiar, como todos los demás, que para quererla y estar con ella, pretendían que ella fuese como ellos querían que fuese… ¿entendés vos ???
Su ex-marido, sus hijos, sus hermanos, sus cuñadas, hasta Liia, su amiga del alma y Roque, su amigo de Ituzaingó. El que se fué a Europa porque acá no tenía futuro… y allá tampoco, pero no importa, porque estando allá nadie lo vé romperse el lomo por pocos pesos. Y pasarla mal para ahorrar euro sobre euro, y una vez al año, acomodar la pila y traerselos de incógnito a mamá, para que siga cuidando a los chicos. ¡Ellos no tenían la culpa! Su mujer enferma, ida de la cabeza por culpa de las drogas…. pero los chicos ¡no tenían la culpa!- solía decir Roque. Y estaba convencido de eso.
La cuestión es que después de mucho pelear y bambolearse, y trinar de bronca y susurrar de sociego, de tanto idas y vueltas- ¡Que vendé la casa!- ¡Que no la vendo! … la había vendido !- Gracias a Guillermo, sin duda, que había tomado las riendas del asunto. Es decir, que había tomado el toro de Clara por las astas, lo había seducido… y había vendido la casa.
La casa era un chalet hermoso y cómodo, emplazado sobre dos lotes, en una esquina del barrio Cavernet, ubicado , geográficamente, en la zona más copetuda de la localiad de El Libertador. Se completaba de tres habitaciones, tres baños, un livingcomedor enorme, cocina, comedor diario, y un escritorio amplio y armónico..
Por fuera, el parque, adornado por importantes masetones estilo colonial, donde se destacaba el quincho, de grandes dimenciones, con parrilla mecanica, techo de tejas, luces, bacha y canillas para enceres. Estilo mas bien rústico, re-comodidad…
Al margen, la pileta de material, casi olímpica, que solo Cora sabía (o por lo menos tenía conciencia) lo caro que era mantenerla.
Y así las coas, habian vendido la casa, que era de los dos, de ella y de Guillermo y ella (bha! ella no, Guillermo) había comprado un departamento, que: ¡albricias!!
la escritura decía: …»a nombre de :Cora Rodriguez»… y eso bastó.
Se le omnubiló la vista y la razón y después podía venir el fin del mundo que no le importaba. No le importaba nada. Eso era el fin… y el principio. ¿Como? Sí, era el fin y el principio.
Ese fin y ese principio eran muy dolorosos. Le dolía la cintura, los brasos y el mentón. El cuello y la espalda estaban invadidos por la erupción alérgica crónica nerviosa, q ue desde toda la vida le había complicao la existencia… Ni el Santo la pudo curar el todo, a pesar de la congregación que la apoyó con misas y novenas a la virgen María y a Jesús.
Y ahora se encontraba, en plena calle de la ciudad, bastante borracha, acompañada, únicamente por Ramón. Y Ramón estaba como ella ya sabía que iba a estar. Después de consumir un piquito de droga, Ramón no existía. En realiad, ojalá no existiera, pero no, era insoportable. Sus manos se desquiciaban y sus brazos alargados abarcaban el horizonte, como queriendo mostrar todo lo que para el , en realida, existía. Y en esa posición de Santo o de mesías barboteaba frases incoherentes. Ideas que nadie comprendía (menos ella, ¿que me venis a decir,? estúpido. )
Quiso desaparecer, quiso undirse en el centro del asfalto . Pero no…. todavía tenía alternativas.
A pesar de su edad, a pesar de la tristeza y del dolor. A pesar de su orgullo herido… Porque en definitiva era su orgullo, el que hería todos los dias y a cada rato, ella misma; tenía una alternativa.
Carla, arrodillada en la vereda, en pleno centro de la ciudad, se rescató un instante.. Metió la mano en la cartera y buscó el celular. Estaba allí, en el fondo del bolso marrón de cuero que le había regalado suhjija Alba, para su último cumpleaños. Lo tomó con manos temblorosas y ojos borrosos, y buscó una dirección almacenada en él. Su hermano, Ariel, aparecía en el directorio como una brillante estrella en el firmamento de su vida. Pulsó la tecla. Escuchó el sonido de la llamada yt la voz, angelical, amorosa, soñada y querida de su hermano.
Cora solo dijo – Por favor- estoy mal. me venís a buscar.

Blog de WordPress.com.

Subir ↑